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Ha muerto Antonio García, sacristán de la Parroquia de San Pablo

El domingo 17 de enero, festividad de san Antón, nos dejaba Antonio García, sacristán de nuestra parroquia. Antonio era despedido el lunes en Montealegre del Castillo, en la residencia de las Hijas de la Caridad. Antonio seguía muy unido a nuestra parroquia con la oración y el cariño.

Desde aqui nuestro recuerdo y oración. Que Dios le guarde en su corazón de Padre Misericordioso.

Estas eran las palabras que utilizabamos en el homenaje que le hacíamos en la parroquia el pasado curso: 

"Esta mañana queremos tener un recuerdo y agradecer a Antonio García su dedicación, su entrega y su buen hacer durante estos 50 años en nuestra parroquia de San Pablo. Actualmente se encuentra en la residencia de ancianos de la Milagrosa en Montealegre del Castillo y su corazón sigue estando entre nosotros. Cada vez que alguien le nombra la parroquia de San Pablo se emociona por su fuerte apego a esta comunidad. Dado su estado de salud por sus 92 años, no ha podido acompañarnos y recoge en su nombre de manos del Sr. Obispo Don Ciriaco, como muestra de cariño de toda la comunidad a Antonio, Lola Fuentes. Le mandamos un fuerte aplauso y este cariñoso homenaje".

Antonio también escribiía en nuestro libro del cincuentenario y estas eran sus palabras:

Mis comienzos fueron con D. Hermenegildo García. Fueron tiempos difíciles, de mucho trabajo; pero tiempos con mucha ilusión. Tengo que decir que, en general, ha sido una experiencia de vida muy positiva.

El grupo motor, por llamarlo de alguna manera, lo formábamos tres personas: José María, José Blanco y un servidor. Trabajábamos en todas las tareas que se nos encomendaba; por supuesto, en el área de economía, en la llevanza de los libros parroquiales y en todos los trabajos que nos podían encargar.

La primera piedra la puso el Sr. Obispo, Mons. Arturo Tabera; y, si no recuerdo mal, fue colocada en la Capilla. Se puso junto con algunos documentos y escritos recordando la inauguración de aquel día y creo que, junto con estos escritos, se depositaron algunas monedas de modo simbólico.

Recuerdo muy bien los primeros comienzos de la Parroquia en unos locales que fueron cedidos por la Sra. Carmen (esposa del maestro de obras apodado “Alborgus”) donde celebrábamos misas mientras se daba comienzo a las obras y, sin haber terminado las obras y estando el templo en plena construcción, ya celebrábamos misas, sin paredes ni tejados, en plenas obras y con todo en medio.

Había mucha ilusión de algo nuevo que comenzaba y empezaba a formarse con pocos recursos económicos. Todos los materiales eran muy baratos y todo, el templo, la casa parroquial y las distintas dependencias se construyeron a la vez; aunque, con el paso de los años, sí hubo muchas reformas, modificaciones y mejoras en la construcción.

Por aquella época D. Pío era diácono en la parroquia y colaboraba en las distintas tareas como uno más y se ordenó sacerdote en el Seminario de Albacete. Don Pío nos impartía clases de liturgia y lo recuerdo con mucho entusiasmo.

Con mucho orgullo, recuerdo que fui cursillista del grupo número 121 y, quizás, este fue el motivo que me impulsó a trabajar y permanecer con más fe y con mayor fuerza en la Parroquia de San Pablo.

El barrio tomó el nombre de la parroquia. El grupo de cursillistas ayudamos a la creación, formación y construcción de la parroquia. Los Salesianos, en los tiempos de D. Hermenegildo, iban también a decir misas y bautizos y entre ellos, D. Francisco Ortí, quien después fue nuestro párroco.

Sin duda, la etapa de mayor recuerdo fue con Juan José Ganuza, “Juanjo, Juanjo...” Este párroco fue una explosión para la parroquia, para todo el barrio. Y es que Juanjo fue mucho Juanjo, hizo una labor grandísima. Él fue quien acercó el barrio a la parroquia porque visitaba casa por casa.

Como anteriormente he dicho, trabajábamos en todos los asuntos relativos a la parroquia y recuerdo, como anécdota, cuando Juanjo me asignó que llevara el libro de difuntos y me dijo con tono irónico “este libro sí que no lo acabas tú...” a lo que sonreí asintiendo.

Lo mejor que tenía el barrio era la vecindad. Había mucha unión entre todos nosotros y nos llevábamos todos muy bien; muchas veces, como si fuéramos una gran familia. Cuando tomábamos el fresco en las puertas de la calle, se respiraba un ambiente familiar porque existía una fuerte conexión.

También recuerdo cómo la parroquia organizó una cooperativa de viviendas y los pisos que están enfrente de la ella, “los del callejón”, fueron promocionados por la misma. Eran muchos líos y hubo que correr mucho...

Yo vivía en la plaza del Pelibayo, justo en la calle del Águila, cerca de donde hoy se encuentra una cafetería.

Por entonces, no había muchas casas y todas eran casas bajas; todos nos conocíamos, por supuesto. Yo estuve trabajando y colaborando en la parroquia hasta el final de la etapa de Santiago Arribas. Con Paco Ortí, me fui desvinculando de las distintas tareas en las que participaba.

Todos trabajábamos en lo que podíamos y sabíamos hacer. Había hasta un equipo de mujeres encargadas de la limpieza de toda la parroquia; el templo, la capilla, los salones, etc. Esto fue así hasta que las personas se hicieron mayores.

La parroquia le dio mucho empuje en su época al barrio y mucha gente del centro de la ciudad venía a esta parroquia a oír misa; pues las misas aquí eran muy nombradas y se conocían en toda la ciudad.

Llevo ya trece años lejos del barrio. El barrio ya no es lo que era. Se haconvertido en un barrio grande de la ciudad de Albacete y ha cambiado mucho; a mejor, en cuanto a comodidades y modernidad; pero ha empeorado en cuanto a la convivencia y a las relaciones humanas. Las máquinas sustituyen al hombre y se moderniza...; pues así sucedió con el barrio.

Estoy fuera del barrio, desde que me vine a esta residencia y solo puedo decir que me encuentro muy a gusto aquí. Les ayudo a preparar las misas y las celebraciones, como lo hacía en San Pablo. Esto me hace estar activo; aunque cada vez puedo menos. Las hermanas me ayudan a subir al altar, pues con el andador ya me cuesta.

Aquí, en la residencia, me cuidan y me quieren mucho todas las hermanas y todo el personal. Solo puedo decir: “Ya que hubiera venido antes aquí...” Aquí me tenéis para lo que haga falta y pueda ayudaros.

Hasta siempre.